Hay momento y espacios en los cuales las parejas de
enamorados se reúnen para entregarse al arte del amor, momentos en los cuales
dos cuerpos se sienten, sudan, respiran, se frotan, se poseen, se exploran, se
descubren, se aman. Siempre he creído que el peor lugar para hacer el amor es
una cama, es un lugar incomodo, con pocas posibilidades para hacer ángulos, es más
bien floja la cama, hay cosas que parecen ser inútiles pero que al final son
los mejores lugares para hacer el amor.
Esta historia es en una cama, pero es extraordinaria porque
es en estos momentos en los cuales las camas se vuelven útiles para el amor,
simplemente porque debajo de las sabanas dos cuerpos pueden ocultarse, y si
saben moverse y buscar el ángulo apropiado que además es difícil de encontrar, podrán
gozar de una manera difícil de describir y relatar, pero trataremos de hacerlo
y de contarlo como a mí me lo contaron.
Fue en la casa de los padres de ellas, luego de un largo día
de viaje y de actividades, como eran visitas tenían que adecuarse a los
espacios y las camas existentes, y simplemente se dieron los mejores espacios
para descansar, una cama grande y cómoda en una habitación compartida con
algunas otras personitas, es decir en la habitación no estaban solos, pero en
la cama sí. Se acostaron a descansar, sin pensar que algo podría pasar esa
noche, el no quería ser atrevido, por lo cual, miraba la televisión mientras el
resto se dormía. Al pasar del tiempo, con su mujer al lado, apagaron la televisión
y se sumergieron bajo las sabanas, besándose tiernamente, suavemente,
aumentando la intensidad y entregándose al calor de las manos y al jugueteo de
estas. Se acercaron a sus entre piernas tomando y acariciando sus pieles y sus partes
intimas, quizás no tan intimas para ellos, se comenzaron a excitar ya no
existiendo limites a lo que sucedía bajo esas sabanas.
Como pudieron y buscando la mejor forma y con la ayuda de
los dos, lograron introducir el miembro de él dentro de la calidez y humedad de
los suaves labios de su vagina que lo acogían en el silencioso acto que se aproximaba.
Comenzaron a moverse en forma agitada pero reprimiendo sus respiraciones y sus
gemidos aplacados por sus labios mordidos, moviéndose sin que nadie en esa habitación
se diera cuenta que bajo esas sabanas se consumaba el acto de al amor y la pasión.
Sin darse cuenta como, pero si sabiendo que los dos querían, llegaron al momento
en el cual juntos se aproximaban al momento de la máxima excitación y de la explosión
del placer, en donde ambos acostumbraban a liberar su respiración y sus
gemidos, pero que en este momento no podían hacer. Acababan juntos, llegaban al
orgasmo juntos, mordiendo las sabanas, los labios y todo lo que fuese necesario
para que nada se escapara al silencioso ambiente de la habitación.
Terminaron exhaustos, muertos por la energía liberada, pero
guardada silenciosamente, se sintieron húmedos se rieron un poco por la locura
vivida, se abrazaron, se amaron y se entregaron al sueño y al silencio de la habitación,
solo roto por la pasión liberada bajo las sabanas y la oscuridad de aquella
habitación.
Me enseñaste que cualquier momento es bueno para hacer el
amor, lo sabia pero se me había olvidado, me has hecho redescubrir la palabra
amor con pasión y sexo, juntos se que somos capaces de todo.